jueves, 2 de octubre de 2008

El Patio de mi Casa. Mari Carmen.

La hermana anterior en edad al general, se llamaba Mari Carmen.
Era una niña muy morena, de pelo negrísimo, lo mismo que sus hermosos ojos.
Su cuerpo, era mas bien gordito, su carácter muy dulce y quería al general con delirio.

Los estudios no eran su fuerte. Empezó el Instituto, y viendo lo negada que era para ellos, se quedo en casa ayudando a su madre en las faenas caseras.

Los padres del general, pensando en darla un futuro, y al mismo tiempo para ayudar a la ahogada economía domestica, en cómodos plazos…-se pagaban sentados-, se compro una maquina de hacer punto de lana o de hilo.

Era un maquinon ¡ enorme!; las placas de agujas, median un metro de largo, lo que daba una prenda tubular de un metro de ancho.
Se trabajaba de pie, accionando una palanca que movia el carro de tejer, a lo largo de las placas de agujas. En la parte inferior de las placas, estaba el peine que con sus contrapesos evitaban que la labor hecha se rompiera.

Las madejas que vendían en las tiendas y que las clientas normalmente llevaban, se ponían en una devanadera y con otra maquina – la bobinadora-, se pasaba primero el hilo por parafina y después de liaba en las bobinas que la maquina tenia para su uso.

¡ Cuantas vueltas de manivela daría el general ¡. También se atrevió a hacer finas tiras de tejido, que se utilizaba en la parte de ojales y botones de las prendas confeccionadas.
Solo mamá, preparaba la maquina para hacer los calados y montaba las mangas de las rebecas y jerséis, algo que ya sabéis, es fundamental en el asiento de una prenda. (¡ Que os habíais creído…!, ¿qué era mentira ?).

¡ Aquello, era un milagro ¡…se descubrió el comer con gaseosa, el sifón y hasta el postre.

Hubo que ampliar la plantilla. Entraron dos chicas jóvenes, como aprendidas y pronto fueron de gran ayuda en la cada vez mas abundante costura.
Varios comercios, vendían las prendas realizadas, pagando lo acordado por ello.

¡ Mirad chicas, que hijo mas guapo tengo!.
¡ Ya esta bien, madre!, decía el avergonzado general, saliendo en loca carrera al patio.

Durante un tiempo, todo iba muy bien. La maquina se pago y Mari Carmen, hacia ya sus propios pinitos.

Un mal día…., un vomito de sangre, anuncio que la alegría en la casa del pobre, dura poco.
Don Enrique, aquel medico que en Semana Santa recibía la fuente de rosquillos y magdalenas que mamá hacia, se encargo de tan delicado asunto.
Al general le daba mucho miedo asomarse a la habitación de Mari Carmen. Había un gran tubo negro, del cual salía una goma y se situaba el la boca de su hermana.
Cada día , la ropa de la cama que estaba a la altura de su pecho, se movia con mayor dificultad.
Un día, no volvió a moverse….tenia trece añitos.

Mamá se volvió loca; Papá, trataba de consolarla con sus besos y abrazos.
El general, sollozaba en el descanso de la escalera….; mientras su ejercito, muy serio, no comprendía nada de lo ocurrido.

Aun recuerda el general, lo negro de aquel tubo y la angustia de aquellos días: los llantos de los padres, la ausencia de su Mari Carmen y la presencia de la maquina de hacer punto, que nunca mas llego a funcionar.

El general, entro en una nueva etapa de su vida. Se volvió mas introvertido, mas huraño, mas asustadizo…algo que no era propio de su anterior carácter, ni de su edad.

Al finalizar el año 1952, una muy alegre noticia, cambio el el mal rumbo que llevaba el patio de su casa:…¡ se casa la Reme!.

Emilio Medina M.

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