jueves, 2 de octubre de 2008

El Patio de mi Casa. El Corral.

ElPpatio de mi Casa. El Corral.
Al lado izquierdo de la entrada a la cueva, había un pasillo, de unos diez metros de largo y un metro de ancho. Estaba sombreado por una parra de la variedad "teta de vaca"; esa de las uvas gordas y casi moradas.

Era este pasillo el elemento de unión de una vivienda interior- la de el Sr. Galo-, y a un gran espacio abierto al sol y al agua que era el corral de la casa. Una puerta de madera con su gatera obligada, evitaba que las gallinas se escapasen al patio o la calle, como alguna vez ocurrió y yo no fui el culpable…creo.

El corral, tenia a su alrededor una serie de pequeñas habitaciones, mas bien cuadras; al fondo a la izquierda, estaban el retrete y el basurero, piezas comunes para todos los vecinos. En esa época, no existía la recogida de basuras diarias ni tampoco el alcantarillado que llego cuando el general, dejo sus batallas.

En el lado derecho, había un pozo con agua, que se usaba de fresquera,

para hacer mas apetecibles las frutas propias del verano.

Todos los componentes tenían en sus cuadritas sus propios animales, que sacaban adelante con los restos- pocos- de comida. Las mondas de las patatas mezcladas con salvado o molluelo, eran junto con el Sol y el mucho ejercicio que hacían con nuestras carreras, su mejor alimento.

Normalmente el campo de nuestras batallas, era el patio.

El gran manzano que presidía su centro, daba sombra en la canícula a mis abuelos y tías que oyendo el Ama Rosa, con alguna lagrima escapada, repasaban calcetines o ponían piezas a una imposible sabana.

Después de la siesta, quedaba ocupado el patio por las tropas atacantes llenándolo de parapetos de sillas y de cajas de cartón que mi tío el sastre- que dios guarde-,nos llevaba para estos menesteres.



Un día, ante un aprieto estomacal de todas mis hueste, provocado por tomar unos caramelos raros que a cambio de trapos viejos y recortes de la sastrería, el trapero nos dio, hicimos una larga fila ante el servicio común.

El servicio, consistía en una tabla con agujero proporcionado al tamaño del sálvese la parte, con su tapa. Un gancho en la pared, recogía trozos del ABC, que leías días después y por diferente lugar. Lo expulsado, caía al basurero. Las gallinas de antes eran muy apañaditas y no le hacían ascos a nada.. A cambio, te daban unos huevos…eso, de los de antes.

Como el servicio era unipersonal y la urgencia grande, la tropa, eso si disciplinadamente, se repartió en el basurero para aliviar sus doloridas tripitas.

¿Sabéis lo que ocurre, cuando alguien expone sus partes pudendas

a la curiosidad de las gallinas?. Ya lo sabéis.

Nuevos llantos; los culitos al rojo vivo, indicaban que habíamos perdido una nueva batalla..

Nuevamente el general, tuvo que dar la cara y además, le fue requisada la mercancía, que tanto trabajo costó conseguir.



Pasados unos días, le toco al general ir al pozo a sacar su sandia, tirando de la cuerda que sujetaba su cubo.



Una batalla ganada. La venganza en frió, es mas placentera.

Nunca se supo por que se desataron las cuerdas de los cubos restantes, cayendo al pozo.

Ese día los vecinos hicieron penitencia sin postre, a favor de los negritos de África que era la letanía de aquellos momentos.

Una voz potente, muy potente…la de mi padre:



¡¡Emilioooooo, ven aquí!!!

Emilio Medina M.

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