martes, 27 de mayo de 2008

HUACHO DE MAR


El mar salió de copas y encorvado
tratabilló , golpeó y enardeció en espuma
un Padre.
Cabrío de arrebol se adormeció en la arena
cuando la luna plena
fue a mirarle .

De Macho y Guacho
porque sin padre y madre
no supo de una celda o un equipaje
donde guardar su furia de alacranes.

El mar ,
ébrio de sí, entre estornudos,
salpicando gaviotas y gavilanes
necesitó La Mar que lo sedujo
un día en lo absoluto y sin edades.

De allí vino este guacho en soledades.

Y así
El Guacho de mar cava trinchera
en palafitos rojos y celestes
en cuellos golosales de palmeras,
donde anidar más gente.

Huacho de mar en el Perú dorado
para bordar de nácar sus riberas,
tuvo que ir
por un poeta triste.
para elevar un volantín de fuego.

Y en tal maternidad
del Mar, la Mar
los marineros
no saben dicernir,
sólo vivir.....
sus sueños.

Luis Concha

lunes, 19 de mayo de 2008

Crónica de un viaje a la Argentina (VII)





EL TANGO

Es difícil expresar lo que uno siente cuando se acomoda en un teatro de la Avenida de Corrientes, dispuesto a disfrutar al máximo de un espectáculo de tango.
La zona de butacas probablemente había sido cubierta con una tarima, pues se notaba que estaba a ras del escenario. Y sobre esa superficie se habían dispuesto un sinfín de pequeñas mesas redondas con una pequeña lámpara de noche encendida sobre cada una de ellas.
Con el teatro en penumbra, ese ciento largo de luces parecía una manifestación de luciérnagas. Los palcos se descolgaban por las parees luciendo un sencillo pero dorado artesonado y vestían todavía más el patio de butacas.
Día de semana, miércoles para ser más exactos, pero lleno a rebosar. Y es que el espectáculo lo merecía. La compañía Tango x 2, encabezada por Miguel Ángel Zotto, escenificaba a lo largo de casi hora y media la historia del tango y, con ello, en cierto modo, la de Buenos Aires, o también para no entrar en disputa con los uruguayos, la de Montevideo, a lo largo del siglo XX, que no serían muy distintas.
Desde 1905 hasta la vanguardia actual. Veintiuna personas sobre el escenario y me imagino que muchas otras más entre bastidores para que todo saliera perfecto.
La ambientación visual, con proyectores de imágenes en los que predominaba el obelisco al fondo, pero que se iban adaptando como un guante a las épocas representadas.
El recorrido completo comenzaba en la memoria legendaria de la pareja "El Cívico y la Moreira", pasaje en el que la compañía entera recreaba a través de tango, milongas y zamba, los bailes primitivos, mostrando el estilo como se bailaban los primeros tangos, taconeados y canyengues.
El baile y el teatro se enlazaron a la hora de escenificar el prostíbulo, ambientado en el Buenos Aires de los años veinte "una ciudad que recibía miles de inmigrantes, generalmente hombres solos, que arribaban de todas partes de Europa, así como centenares de jovencitas que llegaban engañadas y serían regenteadas por madamas y cajetillas en los típicos prostíbulos de la ciudad".
La década de los cuarenta vestía el escenario de Avenida de Corrientes de cafés, orquestas, teatros, dancing club que la compañía recreaba convirtiéndola en "la calle que nunca duerme" y en el epicentro del tango.
El café Mazotto, la plaza típica, el atardecer donde se entremezclan el vals cruzado y una milonga al borde del escenario.
El segundo acto incluía el desarrollo del tango danza, el baile entre hombres y un homenaje a Eduardo Areolas.
Picadas con los pies, coreografía de piernas, saltos acrobáticos, vertiginosos descensos por unas escaleras ubicadas en el escenario y que no dieron lugar ni a un solo traspiés. Los pasos más difíciles eran saludados por el público con largas ovaciones espontáneas.
El tango es un poema en el que se emplea el cuerpo como herramienta. Los ojos de los bailarines no se extraviaban sino que se miraban fijamente mientras los pies evolucionaban, encajando unos con otros como si fueran el engranaje perfecto de un mecano diseñado a puro sentimiento.
Rojo y violeta, terciopelo negro, satén blanco vestían de tango los sueños. Finos encajes de una lencería mágica moviéndose al ritmo de una magnífica orquesta compuesta de violines, bandoneones, piano y contrabajo.
Los pies de los espectadores zapateaban al compás de la música adquiriendo autonomía sobre sus propietarios.
Los bailarines se desplegaban por el escenario con la misma armonía que el fuelle de un bandoneón, abriéndose y cerrándose, como un certero mecanismo de relojería, sincronizados con la partitura sin una milésima de segundo de retraso.
Y yo sentí que Buenos Aires se me metía dentro y comenzaba a ocupar por completo cada rincón de mi corazón.

Mayo 2008 © Fernando Luis Pérez Poza
Buenos Aires. Argentina.

lunes, 5 de mayo de 2008

Camargo El Amargo


Serie: ESCENAS DE CIUDAD
Ciudad Escenario: Colón, Panamá


Despertar en cualquier ciudad latinoamericana tiene un toque común.
Es quizás el sabor de una gastronomía tan diversa como exquisita.
Tal vez el color de un cielo que usualmente es azul o policromático.
También puede ser el olor, ese olor a trópico que aún en la gélida Buenos Aires se transforma en un olor a río que parece mar y que se mezcla con el de edificios viejos.
Otra cosa es despertar en el infierno. Y es que Colón literalmente lo es.
No he conocido ciudad más desagradable en el continente americano.
Pensaba que haber estado en India, Bolivia, Nicaragua y Checoslovaquia habían acorazado mi olfato sensible contra olores insoportables.
Lejos estaba de imaginar que existía Colón, un total atentado a los sentidos.
Cuando transitás por el centro de esta ciudad te das cuenta que la suciedad no conoce límites. Existen aguas negras y verdes represadas por doquier.
La ciudad está llena de chinos cochinos y gente que come cualquier fruta y tira las cáscaras a la acera como si no les importara nada ni nadie.
Pero si te golpea el olfato desde el momento mismo que entrás a este puerto caótico, la vista no se queda atrás, pues no hay más que edificios viejos, medio demolidos, sucios y vandalizados donde supuestamente viven familias enteras.
Te encontrás con una zona franca que mueve millones de dólares que al parecer no alcanzan para hacer construcciones dignas que por lo menos no dé asco ver.
La piel te la golpean el calor excesivo y la humedad de una selva húmeda tropical que parece estar a miles de millas de la civilización, cuando sólo la separan 50 millas de la capital del país por una carretera espantosa y tercermundista.
La corrupción es evidente en todo el abandono que hace que la ciudad parezca congelada en los inicios del siglo XX.
Todo lo anterior es el caldo de cultivo para Salvador Camargo, un político mediocre que más bien es politiquero y manipulador como el que más.
Mis anfitriones panameños despertaban cada día con su programa de radio, un supuesto espacio noticioso en el que el sujeto despotricaba de todo Colón, medio Panamá y le sobraba lengua para analizar los demás países latinoamericanos.
Como todos los politiqueros, tiene una solución para cada problema, por difícil que parezca. La palabra imposible no hace parte de su vocabulario.
Propone mil fórmulas para que la ampliación del canal de Panamá sea más rentable.
Sugiere construir un muro entre Colombia y Panamá como el de México o Israel.
Opina que los panameños deben contrarrestar la arrogancia de los costarricenses con misiones culturales que muestren la riqueza cultural de Panamá.
Piensa que Chávez le debería vender gasolina barata a su país y que el Queen Elizabeth II debería traer además de turistas, a la mismísima reina de Inglaterra.
Su discurso trasnochado es como una diarrea verbal en la que uno se pregunta si el tipo respira al hablar, si conectó antes el cerebro o si habrá desayunado alacranes.
Sus palabras denotan amargura por rivalidades políticas, celos profesionales y hasta violencia de género dado que a las mujeres las objetiviza cual galán de pueblo.
De vez en cuando hace referencia a los gringos y en su inglés chumeco cita una cantidad de documentos y leyes del congreso norteamericano que dice conocer.
Reitera que los gringos les devolvieron el canal pero no la soberanía y que el mundo entero los sigue viendo como el estado 51.
Les recuerda a sus oyentes por quién deben votar en las próximas elecciones, saluda a la comadre Evelia, le da consejos matrimoniales a un oyente y le habla del poder sanador de Jesucristo a otro.
Aquellas mañanas recordé un dicho muy popular y muy racista que tenemos en Colombia: “no hay nada más peligroso que un negro con plata”.
Me parece que se equivocaron, sí lo hay: un político con programa de radio.

© 2008, Malcolm Peñaranda.
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