miércoles, 26 de marzo de 2008

Viaje a Burgos y Valladolid. En la tarde del día 15.

Después de la comida hecha,
café u hojas de tilo
se llega al ciprés de Silos
y la puerta no esta abierta
que los monjes se han dormido.
Un estanque a la llegada
con agua muy milagrosa:
echas euros y pides cosas
y a esperar la milagrada
de que se pierda tu esposa.
Un antiguo lavadero
de mujeres hacendosas
lavaban allí sus cosas
y hablaban al panadero
de hacer sus cosas hermosas.
Al fin, la puerta se abre;
aparece una persona
- otra guía bacalada-,
que no parece una rosa.
Directo al claustro nos lleva;
es la parte mas hermosa
deste convento de frailes
que en Gregoriano pregonan.
A los frailes, no los vemos;
si vemos tienda con obras
para vender al cristiano
al que le guste tal cosa.
Belleza total del arte
en este claustro de asoma,
disfrutando de las luces
y degustando sus sombras.
En las esquinas del claustro,
la Biblia, cuenta sus cosas
y dicen que aquí los frailes,
rezan, mirando las formas.
El celebérrimo árbol
que en un rincón se reposa
después de la cirugía
para asegurar su sombra.
Ciento veinticinco años
se recrean en su historia
y lo han dejado dispuesto
para continuar su gloria.
En el museo del arte
a Juan, el viajero solo,
le ha dado una lipotimia
y rueda al suelo por el coro.
Las carreras, las llamadas;
aparece un lego y lleva,
un vaso de dulce agua
por si diabético fuera.
Al momento, se incorpora:
Gloria lo quiere llevar
a verlo en el hospital
y Juan a lo cual, se niega.
La excursión se deja aquí,
pues el animo ha caído
asustados como amigos
de este señor de Madrid.
Regresamos al hotel;
la tarde se ha vuelto mala
hace un aire despiadado
y se acaba la jornada.
Pendiente esta Covarrubias
para poder visitarla.

EMILIO MEDINA MUÑOZ

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