lunes, 3 de marzo de 2008

El patio de mi casa. Llegan maldadas.

El año 1952, fue el año horrible para la familia del General.
Lo mismo que el año anterior, fue de grato recuerdo por la boda de la
Reme, este año, fue catastrófico.
Mis tíos Mercedes y Julián, disfrutaban de una posición desahogada,
económicamente hablando. El maestro Julián, ejercía de profesión,
sastre. En la ciudad, había solo dos de ellos y la sastrería de mi
tío, era la mas afamada debido al arte de las manos de Julián. La
gente pudiente y también la mas modesta, se hacia en su taller la
ropa. Se llamaba "Sastrería Madrid" aunque en la realidad, se la
llamaba "casa de Julián el sastre".
Como la situación económica era realmente buena, para ayudar en las
faenas domesticas, contrato mi tío a una chica joven, que vivía con
ellos y era una mas de la familia. Se llamaba Remedios, la Reme.
De genio muy alegre y muy cariñosa con los niños, después de recibir
su ración de novatadas, paso a formar parte del ejercito, aunque no
quería asumir la autoridad del general.
Después de explicárselo de la manera mas convincente posible, todo
quedo claro y ambos, firmaron un tratado de no agresión.
La ropa se lavaba en una pila de madera, que cada uno tenia en el
corral. Se calentaba el agua en ollas en la lumbre, si en la lumbre,
las cocinas eran de carbón. Aun recuerdo la "bilbaína" que había en
casa y que demás de hacer la comida en ella, se encendía muy pronto
para combatir los fríos inviernos de entonces.
En la pila en la cual debía lavar la ropa la Reme, en la primera
ocasión, algún hijo de su madre, puso media docena de lagartijas, que
eran muy abundantes entonces, unidas a un puñado de cucarachas, que lo
eran aun mas.
¡ Que bien gritaba aquella moza!. Desde el basurero, la compañía
entera, se desternillaba de risa viendo los aspavientos que hacia la
Reme.
Para calentar la mesa camilla, el brasero, era un elemento esencial.
Aun me veo con las faldas de la mesa en mis hombros tapadome el pecho,
mientras mi madre con la badila, hacia una firma en las ascuas para
avivar el fuego. Una especie de jaula de alambre, evitaba que las
faldas de la mesa se quemasen, algunas veces.
Un resto de picon, podía matar a una familia con su temible tufo.

Era costumbre general, a primera hora de la mañana, encender uno o dos
braseros en el patio, según necesidades o cantidad de frió a combatir.
Cuando se veía que no había tufos, lo indicaba la ausencia de humos,
se cubría con un poco de ceniza y ya se pasaba a las viviendas.
Un día, fue muy tentador. Ocho braseros, ya dispuestos pa ser
retirados, adornaban el patio.
Las partes normalmente tapadas del ejercito, hicieron su aparición,
apagando tan laboriosa obra de arte. La Reme, amenazo con la huida a
sitios menos poblados y mas tranquilos. Los ojitos de la tropa,
realizo el milagro de una prorroga en su alistamiento.
En un día de invierno del 1952, se llamo a Valentín a reparar muebles
y a cocinar en el Cielo. Entonces si que lo había, pues el infierno,
estaba aquí abajo.
En el portal que unía el patio con la calle, se puso al abuelo del
general…, ¡que quietecito que estaba!, el niño lo
llamaba…¡abuelo…!...Mamá , ¿qué le pasa al yayo, que no me habla?,
¿esta enfadado?. Esta dormido, hijo.

Esto ya era demasiado para el general. Lo de la Chati…pase. Lo del
abuelo, fue una gran traición de ese dios tan bueno, que le habían
contado y al cual rezaba todas las noches.
Aun no se había terminado el año, cuando…¿Mari Carmen?....

Emilio Medina M.

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