Cuando escogí la selva
para aprender a ser,
hoja por hoja
entendí mil lecciones.
(Lo que nace conmigo. Pablo Neruda)
Cuando escogí la tierra de los árboles
en esos viejos libros, supe que un día
hallaría: la capirona
su esencia, tomaría en mis manos su tronco
mi vista se perdería en su altura,
reiría y lloraría con ella, cuando una
guagua nace, al compás de su cántico.
Abrazaría al renaco
su naturaleza, lo sentiría en el pantano
protegido por su Madre: chullachaqui
que lo libra de envidias ajenas.
Veía como en un cuadro
ese atardecer en esos ríos todavía caudalosos
y me asombraría de su mundo
cuando mi oído, mi mente
se llena de esas historias del caucho, de
colonizadores impíos, ellos dejaron muerte
más resurge el hombre implacable
con su fruto en reciclo.
Como no amarlo a ese bagrecillo
en su historia de río, o a este bufeo colorado
que sonríe en silbido, enamorado de la balsa, es que
lo llama la sangre de la mujer alegre; que danza.
Me siento inocente, joven, lenta, fecunda,
con la pureza de su aire que todavía, respiro;
a través del ungurawi,
con el canto de la cigarra en horas de tarde
que me lleva a los guácharos, en su cueva de Humboldt.
Noche oscura se viene, silenciosa, donde
los luceros dominan en esa cocha de El Sauce.
Amanecí con Neruda
Anochecí con Raimondi
no es un día cualquiera, así sin torpeza
extendí mis lecciones.
Julia del Prado (Perú)
Huacho, 16 de enero del 2011.
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