Mi calle, mi calle de la tierra suelta,
manto de mis pies descalzos
y de las tardes muertas.
Muertas como las casas que habitan seres
que no necesitan puertas para de ver de cerca el hambre
y una cavidad en la esperanza, esperanza tan desierta.
Esa fue la calle de mi niñez y adolescencia,
sin música ni aplausos y menos fiestas.
Y es que solo fue una calle más con tierra suelta
en este mundo tan lleno de tristeza y de violencia.
Guzmán Lavenant
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