Ya habían reventado los cohetes de la Nochebuena y las niñas sabían que tenían que acostarse, pues recibirían los regalos que el Niño Dios todos los años les trae. Así Laurita y Andrea se fueron primero a los dormitorios de sus padres y de la tía Queta, antes de ingresar al suyo. Tomaron las cremas de todos los tamaños, colores, diferentes estuches de las damas y pacatán se encerraron, en el suyo.
A las dos les deleitaba el olor de la madre y de la tía, esas cremas que rejuvenecen dicen, que mantienen la piel y sobre todo niñas nosotras, queremos oler rico. Placer que nos causa y nuestros hijos: los muñecos que embadurnaremos, así todos juntos unimos olores y placer.
Dormidas se quedan con los estuches abiertos, cremas desparramadas por las sábanas y colchas. Madre y padre con la tía tratan de ingresar al dormitorio de las niñas a las 12 en punto de la noche y no lo pueden abrir. La tía recuerda que tiene otra llave y así logran abrirlo.
-¡Qué olor, cómo han podido dormirse así!, dice Perfecta, la madre. -¡Niñas malcriadas, atrevidas! - agrega Queta-, la tía solterona.
-¡Usar nuestras cremas, para este desastre…!. Las niñas abren un ojo, los dos, guiñan y se hacen las dormidas. Su padre Renato no dice esta boca es mía, los hombres por lo general, son engreídores con sus hijas.
De pronto, Andrea y Laurita saltan en sus camas, dan brincos, se abrazan a sus muñecos y luego besan a la madre, a la tía, a su padre. Desconcierto en el dormitorio.
–Es Nochebuena, es la noche del amor, cálmense viejas- les dice con cariño a su mujer y su cuñada, Renato.
Juguetes nuevos adornan su entorno, es su viejo quién abrió los regalos: una pareja de cuerda que baila un bolero, soldaditos de plomo que marchan a golpe de sus tambores. Jazzes y canicas para jugar. Nochebuena que habla y canta.
El olor se desvanece, son otros años ya, están jovencitas. El duende Lucas, su duende que las cuida todavía, les ha narrado a las dos hermanas: Andrea y Laurita, una historia de Nochebuena.
Julia del Prado (Perú)
1 comentario:
Todo una sorpresa para mi, eres inigualable y generosa María, Julia
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